El monte Pindo, más conocido como el "Olimpo de los Celtas" siempre será una montaña mágica en todos los sentidos del término.
Por su belleza agreste, por sus formaciones rocosas que tanto juego proporcionan a la imaginación, por su privilegiada localización, por su colosal orografía, por su cambiante clima, por sus hermosos rincones, por su vegetación y por su mitología el Pindo será una referencia dentro de mi imaginario particular.
Un solo día hollando sus escarpadas laderas es más que suficiente para advertir que nos encontramos ante un magnífico ejemplo de lo que los poderes de la madre tierra pueden generar, de lo que los agentes climatológicos pueden formar, de lo que el tiempo y la paciencia pueden esculpir, de lo que puede surgir en un ambiente hostil por naturaleza.
Uno no puede evitar girar la cabeza a cada segundo para descubrir miles de detalles entre los infinitos bolos de granito de biotita que semejan haber caído rodando por sus extensas laderas y hasta los poco más de 600 metros de altitud que alcanza en "A Moa".
Podemos encontrar un bufón de naríz aguileña surgiendo de entre las paredes rocosas que vigilan las puestas de sol sobre el "Finis Terrae", otro de los espectáculos que una jornada nos puede ofrecer en este lugar tan peculiar.
Y desde los detalles más ínfimos, como estos brezos,
hasta los restos de un antiguo bosque de pinos desaparecido en alguno de los muchos incendios que año tras año asolan nuestra región
podemos encontrar un pequeño carballo enfermo
surgiendo como por arte de magia tras una vuelta del camino que nos devuelve a casa,
o esos frutos rojos que llaman nuestra atención en medio de un verde "recuncho", pues en cada recodo del camino hay un microclima amparado entre paredes esculpidas con gran paciencia por la mano implacable del viento y la lluvia.
Por algo el Monte Pindo destaca como punto de interés geológico, acoge 5 hábitats diferentes y 8 especies vegetales protegidas.
9 comentarios:
Qué preciosas las fotos! Un beso, Ara.
Gracias amigo, por llevarnos de excursion por lugares tan bonitos, que ni el tiempo (mas de 30 años) ha conseguido borrar de nuestro imaginario. Quizas te conviertas en "culpable" de una proxima visita de refresco.
Un abrazo.
Jose Eugenio
Pues tengo más, Ara, y eso que iba con el encargo de fotografiar a los corredores de una prueba de trail. Gracias y biquiños ;-)
Ya es hora de refrescar esos recuerdos, Jose Eugenio. La zona merece la pena y el acceso ha mejorado mucho desde la última vez que pasé (hace cosa de 14 años) así que imaginate en relación a hace 30.
Otro abrazo, capitán ;-)
Ay! ¡Esa puesta de sol me la quedo! Qué preciosidad de momento y lugar.
Pues claro, querida Raquel, ya sabes que estas fotos son para compartir.
Una lástima no haber podido esperar un poquito más... esperando ver el sol hundiendo su cabellera en el horizonte, pero como estaba en medio de la organización de una carrera en ese monte no podía sino seguir bajando hasta el pueblo. Un lugar absolutamente recomendable para visitar.
Biquiños y feliz y largo fin de semana ;-)
Unas grandes de ver todo aquello. Eso es lo que te viene, a la cabeza y al corazón, mirando las fotografías.
Saludos cordiales. Una abraçada.
Pues ya sabes, querido Jorge que en mi hogar tienes un hueco dispuesto a acoger a tu humanidad... del resto me encargo yo.
Una abraçada mol forta ;-)
Pues yo este monte sólo lo conozco desde el mar. Recuerdo que me llamó la atención su color anaranjado, más acentuado a la puesta de sol, un día que fondeados en Ézaro fuimos con los chinchorros río arriba hasta las cascada.
Besos banderolas!!!
Estaba comprobando el correo cuando me entró tu comentario... je!je!je!
Es cierto que tiene un color anaranjado poderoso al atardecer que lo hace aún más mágico a los ojos del neófito.
Desde el mar debe parecer una mole impresionante, ¿no?
¿Qué tal en el trabajo? ¿Contenta? Yo me lo tomaba con mucho humor... ya sabes que soy "de natural" optimista.
Biquiños Mar y saludos a Haddock ;-)
Publicar un comentario