Hace ya algunos fines de semana... bueno, realmente hace casi un mes, tuve la suerte de poder visitar un lugar que evoca en buena parte de mis vecinos de la Ría de Vigo leyendas e historias lúgubres que se remontan a tiempos muy lejanos.
El lugar que tantas historias encierra es la isla de San Simón, unida por un pequeño puente con la más pequeña aún isla de San Antón. Se sitúan ambas en el fondo de saco que forma nuestra adorada ría, la ensenada de San Simón, como así se denomina toda la parte de ría que queda al traspasar el estrecho de Rande -lugar de heróicos, novelescos y míticos ecos-
¿Por qué hablo de las islas de nuestra memoria? Por varias cosas, todas ellas enlazadas con nuestra historia, desde la más íntima a la más trágica, de la más romántica a la más cruel, pero todas ellas reales como la vida misma.
Ya el juglar Meendiño cantó a las "ondas do mar de Vigo" y puso en boca de la amante que recibe a su amado "na ermida de San Simion/e cercaram-mi as ondas, que grandes son" el temor a morir en medio del mar embravecido que tan trágicos ecos tendría en ese mismo recinto siglos después.
Los monjes que habitaron la isla desde la edad media sufrieron reiterados ataque piratas, y posteriormente fue empleado el aislamiento de la isla para acoger una leprosería y centro de cuarentenas.
Sin embargo su más lúgubre pasado se remonta a la Guerra Civil, cuando fue destinada a prisión y campo de concentración y exterminio (aunque haya quien pretenda pasar por encima de estos feos nombres y evitar ensuciar ciertos tramos de la historia de este país aún a medio escribir) de enemigos del régimen. Posteriormente quedó como una colonia penitenciaria donde estaban condenados a morir cientos de ancianos hasta el año 1943.
Como el lugar está situado en un marco incomparable (aunque los inviernos seguramente sean durísimos en medio del aislamiento y en una zona tan desprotegida) parte de la guardia personal de Franco utilizó las instalaciones como colonia de recreo veraniego hasta que, el 22 de agosto de 1950, la mala suerte se alió con la ignorancia y ocasionó la muerte de 43 personas que cruzaban en barco desde la isla. Como consecuencia del accidente se cerró para tal fin.
Durante la visita que pude hacer a los edificios que permanecen abiertos a modo de exposición permanente comprendí cuán dura había sido la posguerra en esas instalaciones y lo pequeño que se había quedado el cementerio, lo que obligó a trasladar a Vigo los cadáveres de muchos de los muertos en el campo de exterminio.
Del mismo modo, no pude evitar un escalofrío recorriéndome la espalda a pesar del soleado día de principios de verano cuando vi las huellas de zapatos hechas en piedra sobre el suelo próximo al viejo cementerio, recordándonos dónde muchos hombres y mujeres esperaron sus últimos atardeceres.
Los carteles, las fotografías y los documentos originales muestran la historia que se nos ha estado mostrando con cuentagotas y que algunos queremos abrir al resto de los ciudadanos. Ellos, los hombres y mujeres que perdieron su vida entre el hambre, la enfermedad, la represión y el odio, se merecen que recordemos ese calvario suyo para evitar que la historia se repita y para que su desaparición prematura no fuera en balde.
Desde 1955 hasta 1963 las islas se volvieron a utilizar como hogar para huérfanos de marineros y familias con pocos recursos... y luego volvieron a caer en el olvido hasta que fueron declaradas en 1999 (curisosamente por la Xunta de Galicia de Manuel Fraga) B.I.C. y rehabilitadas de la mano del arquitecto pontevedrés César Portela como centro hostelero (que no llega a cuajar por falta de clientela) y cultural gracias a la actividad de la Fundación Illa de San Simón, que es quien gestiona las visitas guiadas y los actos culturales que en tan privilegiado marco se celebran... por ahora.
Esperemos que su futuro sea más claro y despejado que su triste y trágico pasado, porque la hermosura del conjunto bien lo merece, como espero poder mostraros en alguna próxima entrada en este blog.
Me despido por ahora de las islas, no sin antes dejar mis recuerdos y pensamientos sobre este mar virtual para que quien quiera los haga suyos.
Sólo espero que la próxima entrega sobre San Simón y San Antón no se me haga tan difícil de crear... pues esta lleva más de quince días con las fotos pero sin el texto. Si me decidí a acabarla por encima de todo fue por ti, Patricia, y por tu abuelo... y por el mio.