San Simón y San Antón: los detalles



La naturaleza ha sido benigna con las islas de San Simón y San Antón... al menos en comparación con lo maligna que ha sido la historia y el género humano.



Recortadas rocas delimitan su contorno verde y hermosas especies arbóreas conceden al ambiente la suave melodía del viento que peina sus hojas y ramas.


La luz penetra entre tanta hermosura y tamiza con colores,



recorta figuras en contraluz y nos ayuda a olvidar tanto sufrimiento encerrado entre sus muros.



Por todo esto, si las anteriores fotografías eran hermosas, más aún pueden serlo estas que ahora os ofrezco... destilado de poco más de una hora recorriendo las sendas que cruzan ambas islas.


Los jardines, edificios, fuentes, esculturas, muelles... rincones henchidos de encanto



creados por la misma mano humana que engendró el mal, el dolor, el sufrimiento y la poesía,




son ahora quienes os guian por las dos pequeñas joyas que encierra la "vieira" que esconde el fondo de mi muy adorada Ria de Vigo.







Si algo de todo esto nos hiciera olvidar que en esos mismos lugares cientos de hombres padecieron el olvido, el encierro injusto e inmoral, la enfermedad sin contemplaciones y la muerte daríamos por bien empleado el tiempo usado en disfrutar del paisaje... y es que no sólo la historia es importante.



Vivir la vida con un pie en el pasado, que permita estabilidad y seguridad, que afiance un futuro seguro de sí mismo, pero con otro en el futuro confiado, tranquilo y estable pero soñador y optimista son dos buenos puntos de partida para comenzar la carrera; para continuar el camino y mirar siempre al frente con la confianza que da haber cerrado bien todas las puertas y heridas mal curadas en ocasiones anteriores.


Como dice un buen amigo: "¡Salud y República!"



y añado yo: "y buenas vistas"

Las islas de nuestra memoria




Hace ya algunos fines de semana... bueno, realmente hace casi un mes, tuve la suerte de poder visitar un lugar que evoca en buena parte de mis vecinos de la Ría de Vigo leyendas e historias lúgubres que se remontan a tiempos muy lejanos.



El lugar que tantas historias encierra es la isla de San Simón, unida por un pequeño puente con la más pequeña aún isla de San Antón. Se sitúan ambas en el fondo de saco que forma nuestra adorada ría, la ensenada de San Simón, como así se denomina toda la parte de ría que queda al traspasar el estrecho de Rande -lugar de heróicos, novelescos y míticos ecos-



¿Por qué hablo de las islas de nuestra memoria? Por varias cosas, todas ellas enlazadas con nuestra historia, desde la más íntima a la más trágica, de la más romántica a la más cruel, pero todas ellas reales como la vida misma.

Ya el juglar Meendiño cantó a las "ondas do mar de Vigo" y puso en boca de la amante que recibe a su amado "na ermida de San Simion/e cercaram-mi as ondas, que grandes son" el temor a morir en medio del mar embravecido que tan trágicos ecos tendría en ese mismo recinto siglos después.



Los monjes que habitaron la isla desde la edad media sufrieron reiterados ataque piratas, y posteriormente fue empleado el aislamiento de la isla para acoger una leprosería y centro de cuarentenas.



Sin embargo su más lúgubre pasado se remonta a la Guerra Civil, cuando fue destinada a prisión y campo de concentración y exterminio (aunque haya quien pretenda pasar por encima de estos feos nombres y evitar ensuciar ciertos tramos de la historia de este país aún a medio escribir) de enemigos del régimen. Posteriormente quedó como una colonia penitenciaria donde estaban condenados a morir cientos de ancianos hasta el año 1943.



Como el lugar está situado en un marco incomparable (aunque los inviernos seguramente sean durísimos en medio del aislamiento y en una zona tan desprotegida) parte de la guardia personal de Franco utilizó las instalaciones como colonia de recreo veraniego hasta que, el 22 de agosto de 1950, la mala suerte se alió con la ignorancia y ocasionó la muerte de 43 personas que cruzaban en barco desde la isla. Como consecuencia del accidente se cerró para tal fin.



Durante la visita que pude hacer a los edificios que permanecen abiertos a modo de exposición permanente comprendí cuán dura había sido la posguerra en esas instalaciones y lo pequeño que se había quedado el cementerio, lo que obligó a trasladar a Vigo los cadáveres de muchos de los muertos en el campo de exterminio.



Del mismo modo, no pude evitar un escalofrío recorriéndome la espalda a pesar del soleado día de principios de verano cuando vi las huellas de zapatos hechas en piedra sobre el suelo próximo al viejo cementerio, recordándonos dónde muchos hombres y mujeres esperaron sus últimos atardeceres.



Los carteles, las fotografías y los documentos originales muestran la historia que se nos ha estado mostrando con cuentagotas y que algunos queremos abrir al resto de los ciudadanos. Ellos, los hombres y mujeres que perdieron su vida entre el hambre, la enfermedad, la represión y el odio, se merecen que recordemos ese calvario suyo para evitar que la historia se repita y para que su desaparición prematura no fuera en balde.



Desde 1955 hasta 1963 las islas se volvieron a utilizar como hogar para huérfanos de marineros y familias con pocos recursos... y luego volvieron a caer en el olvido hasta que fueron declaradas en 1999 (curisosamente por la Xunta de Galicia de Manuel Fraga) B.I.C. y rehabilitadas de la mano del arquitecto pontevedrés César Portela como centro hostelero (que no llega a cuajar por falta de clientela) y cultural gracias a la actividad de la Fundación Illa de San Simón, que es quien gestiona las visitas guiadas y los actos culturales que en tan privilegiado marco se celebran... por ahora.



Esperemos que su futuro sea más claro y despejado que su triste y trágico pasado, porque la hermosura del conjunto bien lo merece, como espero poder mostraros en alguna próxima entrada en este blog.




Me despido por ahora de las islas, no sin antes dejar mis recuerdos y pensamientos sobre este mar virtual para que quien quiera los haga suyos.



Sólo espero que la próxima entrega sobre San Simón y San Antón no se me haga tan difícil de crear... pues esta lleva más de quince días con las fotos pero sin el texto. Si me decidí a acabarla por encima de todo fue por ti, Patricia, y por tu abuelo... y por el mio.

Pues claro... una joyita.




La melodía, claro, es de un gran músico (Claude Debussy) al que poco le faltó para pasar a la categoría de genio, pues sus obras rompen con la tradición y abren las puertas del futuro a la música del siglo XX.

Aquí os dejo un enlace con la melodía, sin más. Sin embargo, y dadas su perfección y su fácil audición, ha servido como fondo a muchas escenas fílmicas, entre las que os dejo dos:



Una versión con algunos años ya... dos actores consagrados, en una película menor, con una escena final para recordar. Un domingo de madrugada... después de una noche que osciló entre el amor al amor y el miedo al dolor que ese mismo amor puede causar.



En versión actual... dedicada especialmente a mi mujer, que se metió entre pecho y espalda los cuatro volúmenes de Crepúsculo en 17 días. Además, así igual subo el número de mis lectoras adolescentes... o no tanto ¿no?. Y es que la versión fílmica cuenta con una actriz y, sobre todo, un actor, que levantan pasiones.

Sublimando pasiones



Cuando todos los métodos considerados normales de reconfortarse fallan no hay como una buena compra en una tienda de discos de segunda mano de confianza (tampoco es que haya muchas para elegir) y encima encontrar algo que te transporta a una realidad paralela y muy muy lejana en el tiempo.

Ayer compré uno de los pocos discos que hay de la banda Derek & the Dominos, formada entre otros por Duane Allman y Eric Clapton. Sólo hicieron un disco de estudio, "Layla and Other Love Songs" pero incluye uno de los mejores temas que jamás haya compuesto el señor Clapton. Ya tenía en mi discografía en vinilo dos ediciones distintas de este disco, pero no tenía nada de lo que grabaron en directo.





Hoy he estado sublimando pasiones... gracias a un disco mítico de un grupo que pudo ser y no fue, entre otras cosas por un destino fatal que se cebó en sus miembros y amigos: Jimi Hendrix, Duane Allman, Eric Clapton, Jim Gordon... parece que de los malos momentos también pueden salir obras inspiradas.

El vídeo podría haberlo grabado yo mismo.
Os dejo con él. Merece la pena, aunque sólo sea por la música y el detalle del vinilo girando una y otra vez.